domingo, mayo 31, 2009

Día 669, domingo

El presidente Gonzalo se demoró en abrir la puerta. Al entrar, Takeshi percibió el olor a quemado impregnado en toda la habitación. Imaginó que así debía de oler el infierno. "Por fin llegaste", fue lo primero que dijo Gonzalo. En aquella habitación había una cama, libros, botellas de licor y una mesa con una laptop negra de donde sonaba algo que al principio le pareció podría ser Miles Davis. "¿Quieres un trago?", preguntó el presidente, levantando una botella de whisky y sirviéndose en un vaso de vidrio. No, gracias, le respondió Takeshi. A mí el whisky me pone mal. "¿Quieres otra cosa? Hay también cerveza, vino... ¿ves ese cooler que está ahí?". No, gracias. Hace tiempo que no tomo alcohol. "Bueno". Gonzalo se sentó en la cama que ocupaba casi todo el espacio de aquella diminuta habitación, dándole esporádicamente pequeños sorbos a su vaso con whisky. "¿No quieres sentarte?". Takeshi se sentó en la silla junto a la computadora portátil. Bien, se animó a decir Takeshi, hace frío y es un poco tarde. ¿Para qué soy útil? El presidente Gonzalo lo miró fijamente y le dio otro sorbo a su whisky sin hielo. Takeshi volteó la mirada y se dio conque la laptop tenía la pantalla en blanco. "Es una larga historia", dijo por fin Gonzalo, mirando absorto el techo de su cuarto. "¿Seguro que no quieres nada?". Takeshi suspiró. Está bien, una cerveza podría ser.

viernes, mayo 15, 2009

Día 452, viernes

Abordó a Takeshi. Le preguntó cómo iba todo. "¿Cómo va todo?", le preguntó. Takeshi le respondió que todo iba bien. Estaba nervioso. Desde la escena con Alicia Pillman en el edificio administrativo, ya no desconfiaba del presidente Gonzalo. Ahora solo le tenía miedo. Todo va bien, le respondió Takeshi, excepto porque empiezo a odiar mi vida otra vez, le provocó añadir. "Estaba pensando que tal vez te gustaría pasar un rato en la noche por mi cuarto para conversar", le propuso Gonzalo. ¿Para conversar?, se preguntó Takeshi. ¿Conversar? ¿Conversar de qué? El presidente sonrió. Está bien, le dijo Takeshi. El clima empezó a ponerse nublado.

lunes, mayo 11, 2009

Día 648, lunes

Se encargaba de la contabilidad del campamento. Eso Takeshi Kusunoki lo sabía muy bien. Siempre la veía sentada en su oficina, calculando gastos y presupuestos. Algunas veces parecía quedarse muy quieta, sentada en posición fetal. Takeshi suponía que algo muy grande la perturbaba, algo que espacaba a su percepción del mundo. Según él, pocas cosas derivaban en asuntos tan incomprensibles como la contabilidad. La oficina de Alicia Pillman quedaba a unos cuantos pasos de la de Takeshi. El día en que el presidente arribó al campamento y ofreció su discurso, Alicia y Takeshi se quedaron hasta tarde trabajando: él tenía que acabar de sistematizar cierta información (información que, era cierto, él apenas comprendía: una serie de números y de nombres que tenía que almacenar en la base de datos de la computadora) y ella calcular unos presupuestos que le habían encargado a última hora. El edificio entonces se sumía en el más absoluto silencio, únicamente perturbado por los eventuales estornudos de Alicia. Una vez entrada la noche, Takeshi recogió algunos papeles y se puso de pie. Era tarde y tenía sueño. Caminó unos cuantos pasos sobre el agrietado piso de mayólica que lo separaba de Alicia y la encontró entrerrada sobre una ruma de papeles y una calculadora muy antigua. Es tarde, me voy a dormir. ¿Vas a quedarte?, preguntó Takeshi. "Tengo que terminar estos informes", respondió ella. Saliendo de la casa, Takeshi se percató de que una habitación que nunca se utilizaba estaba ocupada. Más tarde, cuando cruzaba frente a la carpa central, vio al presidente Gonzalo, vestido con un buzo negro y una chompa oscura de lana, saliendo de aquella habitación y dirigiéndose a la oficina de Alicia. Takeshi decidió regresar al edificio. Excusas habían miles: que se había olvidado de un libro, algún lapicero, cualquier documento. Entrando al edificio, percibió un olor extraño, como si todo se hubiera impregnado de pronto con una suerte de incienso o mirra. Escuchó murmullos. Alicia se lamentaba por algo. ¿Qué demonios estaba pasando? Cuando irrumpió en su oficina, ella estaba sentada en posición fetal y el presidente se encontraba en el otro extremo de la habitación, fumando una especie de cigarro negro que despedía un denso humo gris. "Hola", alcanzó a decirle el presidente apenas lo vio. "No sabía que estabas en el edificio". Takeshi sólo atinó a esconder sus manos en los bolsillos y ensayar una débil sonrisa. El presidente Gonzalo le dio una pitada al cigarro. "Estaba discutiendo con Alicia unos puntos importantes del presupuesto del campamento, es un tema muy complicado que necesito discutir con ella a solas". La habitación volvió a sumirse en un silencio interminable. Alicia seguía en posición fetal, sin decir una sola palabra. El presidente volvió a fumar su cigarro. Claro. Lo siento. Takeshi dio media vuelta y regresó por donde había venido.

domingo, mayo 03, 2009

Día 640, domingo
Contó la historia de un chico que un buen día decidió grabar todo en una cámara de vídeo. Salía a la calle a montar bicicleta y registraba la actividad de su barrio. Grabó a niñeras uniformadas de blanco, jóvenes fumando marihuana y otros chicos como él paseando en bicicleta. En total, el chico registró más o menos un año y medio de su vida, entre su vida escolar, la rutina hogareña y distintas reflexiones en las que se sentaba solo en su cuarto, bajo una luz mortecina, y se ponía a discuir consigo mismo en segunda persona. Hasta aquel punto, el discurso del presidente Gonzalo le dejaba a Takeshi Kusunoki la sensación de estar absolutamente fuera de lugar. ¿Qué tenía que ver el campamento de la Asociación con la historia de un chico que filma el aburrido acontecer de su vida durante un año y medio? Gonzalo se encargó de responderle. Otro día, hace no mucho, el chico, convertido ahora en un hombre con estudios universitarios, una beca en el extranjero y notas impecables, descubrió en una antigua caja de zapatos Reebok las cintas de vídeo que hacía tiempo se había empeñado en llenar de imágenes. Una vez adaptadas a formato digital, el chico se dedicó a estudiarlas con detenimiento. Su mirada pasó sobre cada encuadre, cada toma fuera de foco, la cena de aquel día de verano o el tipo que caminaba con las manos en los bolsillos y la mirada perdida. Los ojos llorosos de su madre tras el divorcio y el sinsabor de los días posteriores. La toma panorámica desde la ventana de su habitación, los árboles verdes y el pálido cielo durante el invierno. Finalmente, el chico cayó en la cuenta de que cada una de las personas que aparecían en aquellos vídeos no tenían la más remota idea de por qué estaban aquí. "Un día me desperté en el Leviatán", dijo el presidente Gonzalo, describiendo un momento de epifanía. "Caminaba por mi cuarto y todo me parecía más profundo, más humano, como si las cosas se hubieran por fin cristalizado. En las calles la gente caminaba más tranquila. Porque habían entregado sus problemas a un ser superior que tendría la habilidad suficiente para administrarlos". La idea, según logró comprender Takeshi Kusunoki, era materializar la teoría de Hobbes. "Por eso ustedes, que libremente han decidido unirse a mi proyecto de la Asociación, son hoy parte de una sociedad experimental que pronto intervendrá los moldes mediante los cuales se rige un mundo absurdo y sin sentido, en el que la gente actúa y deja de actuar según los parámetros establecidos por una clase hegemónica que ni siquiera sabe dónde está parada. Les propongo una lucha para la que la teoría marxista es obsoleta". Gritos y aplausos. "Desde que confirmé la práctica de mi teoría, he buscado la manera ideal de concentrar toda aquella energía popular desperdiciada en prácticas tan obtusas como el trabajo, el sexo o los vicios. Tomemos al toro por las astas y preparemonos para cambiar al mundo", finalizó el presidente.